No votar también es un acto político
No votaré porque me niego a ser cómplice de una farsa montada para destruir uno de los pocos contrapesos que aún resistían al poder absoluto en México: el Poder Judicial

Morelia, Michoacán, 29 de mayo de 2025.- No porque me dé igual el país. No porque sea apático. No porque me haya resignado. No votaré porque me niego a ser cómplice de una farsa montada para destruir uno de los pocos contrapesos que aún resistían al poder absoluto en México: el Poder Judicial.
Mi decisión no nace de la indiferencia, sino de la responsabilidad. Votar en esta elección judicial no es ejercer un derecho: es participar en una simulación cuidadosamente orquestada por un Estado que ha concentrado en una sola figura –el presidente saliente y su sucesora dócil– la voluntad de todos los órganos que deberían limitar su poder.
¿Elegir jueces, magistrados y ministros por voto popular? Suena democrático, pero no lo es. Es una mentira peligrosa.
Los juzgadores no son políticos. Su legitimidad no proviene del voto, sino de su formación, su trayectoria, su independencia. Convertirlos en candidatos, permitir campañas financiadas por partidos, por intereses oscuros o incluso por el crimen organizado, es una perversión del Estado de Derecho. Es abrir la puerta a un sistema donde no habrá justicia, sólo obediencia.
Esta elección no busca empoderar al pueblo. Busca sepultar al juicio de amparo, destruir los contrapesos, instalar una dictadura electa y disfrazada.
Muchos han denunciado esto con valentía: periodistas, intelectuales, jueces, ciudadanos de a pie. Entre ellos, mi padre, quien lleva más de cincuenta años escribiendo con libertad y dignidad. A través de su pluma aprendí que hay momentos en que decir NO también es construir patria.
Por eso hoy, como ciudadano, como arquitecto, como mexicano, digo con claridad:
No votaré. Porque protesto. Porque resisto. Porque creo en un país más allá del engaño.
No votar no es callar. No votar es señalar. Es decir con firmeza: esto no es justicia, es sumisión; esto no es democracia, es simulación.
Y sí, claro que necesitamos un nuevo país. Pero no uno construido sobre la demolición del derecho, sobre las ruinas del juicio de amparo, sobre el miedo y el control. Lo necesitamos con ciudadanía activa, con responsabilidad histórica, con dignidad cívica.
Este domingo, no legitimo el abuso. No convalido la mentira. No convalido la farsa.