Palabra de Tigre: Empatía y compasión
Tendremos que considerar un fracaso total de la política en México si en seis meses, o en un año, seguimos viendo protestas y reclamos sociales por la pérdida de una mujer más, llámese Ingrid, Fátima o Inés
Evita el dolor evitable
Ciudad de México, 02 de marzo de 2020.- Hemos vivido días francamente intensos y abrumadores. La capital de la República se convirtió en el escenario de una intensa batalla en torno a la violencia en contra de las mujeres.
La batalla se desarrolló en muchos frentes: en los espacios noticiosos de los medios de comunicación, en los foros de debate, en columnas periodísticas, en programas especiales de radio y televisión, en las mesas de restaurantes y cafés, en nuestros comedores y salas y, de manera preponderante, en redes sociales.
Aunque se trata de un tema que se ha discutido profundamente en los últimos años, la intensidad que estamos viviendo y los métodos de lucha que presenciamos en estos días fueron, a mi juicio, provocados por la falta de sensibilidad del gobierno frente a la barbarie que sufrieron varias mujeres, de distintas edades y condiciones sociales en México.
La cadena de desatinos del gobierno empezó cuando el Fiscal General de la República, a escasos días de que fuera brutalmente asesinada en la Ciudad de México una mujer de 25 años, propuso que, para evitar que las carpetas de investigación quedaran mal integradas y se vinieran abajo los asuntos al presentarlos ante los jueces, era recomendable “homologar” el feminicidio al homicidio con agravantes para contar con un tipo penal claro y preciso que simplificara la tarea del Ministerio Público.
Tras esa declaración, el Fiscal General tuvo que intentar remediar la pifia aclarando en todos los espacios posibles que no proponía eliminar el feminicidio de la legislación penal, sino simplificar la redacción del tipo penal para garantizar que los Ministerios Públicos integraran debidamente las carpetas de investigación.
Las reacciones en contra de la idea expuesta por el Fiscal fueron contundentes, en esencia se reclamaba del responsable de la procuración de justicia del país que con su propuesta desconocía años de lucha, muertes y sufrimiento en el camino de las mujeres por erradicar la violencia en su contra.
La protesta en contra de las declaraciones del Fiscal recibió oxígeno con la enorme pifia del Presidente López Obrador en la conferencia de prensa en la que el propio fiscal presumía la entrega, cuya legalidad no queda clara, de dos mil millones de pesos para pagar los premios de la rifa simbólica del avión presidencial. En ese encuentro con medios de comunicación, aprovechando la presencia del Fiscal, alguien preguntó sobre la ya famosa propuesta de eliminar el delito de feminicidio.
El presidente salió en defensa del Fiscal y afirmó rotundamente, “… la información se ha manipulado, me van a voltear el sentido de esta conferencia, pues no me gusta eso, no quiero que los feminicidios opaquen la rifa, es distorsión e información falsa…”
Otro ingrediente: las fotografías del cuerpo violentado de la víctima fueron difundidas por un medio impreso en la Ciudad de México. ¡La furia no pudo contenerse!
El terrible caso que conocimos sobre el asesinato de la niña Fátima en la Ciudad de México, a través de la insensibilidad de algunos medios de comunicación y las redes sociales, volvió a poner en entredicho la falta de estrategia del gobierno federal, y en especial, del gobierno de la Ciudad de México, por cierto, gobernada por la izquierda desde hace más de 20 años.
Se reconoció nuevamente la falta de sensibilidad de la autoridad con respecto a este tema, y la falta de resultados en la investigación.
El viernes 14 de febrero fuimos testigos de algo inimaginable unos meses atrás, el segundo día de protestas con un reclamo directo, virulento y contundente al Presidente de la República; reclamo lleno de indignación a las puertas del centro neurálgico de la vida pública de esta administración, el Palacio Nacional.
Protesta que interrumpía la celebración del acto político diario con mayor simbolismo para el Presidente, la conferencia de prensa de las mañanas y, lo más importante, protesta que provocó que viéramos a un Presidente nervioso, pidiendo disculpas a pesar de que intentaba culpar a los medios de una presunta desinformación y manipulación; un Presidente incapaz de encontrar un chascarrillo, una broma o un distractor que le permitiera salir airoso de ese que, para él, era un incomprensible lance.
Al final, en un escenario desconocido para López Obrador, la formulación de un decálogo que refleja de cuerpo entero el manejo de la seguridad pública en México. Ninguna idea seria, ningún diagnóstico mínimo, ninguna propuesta concreta, ningún asomo de algo que, medianamente, pueda considerarse como una política pública.
Nosotros, los actores y responsables de nuestro tiempo, debemos entender que no basta con expresar solidaridad con la lucha de las mujeres. La causa que la anima no es una cuestión de partidos políticos ni de espectros ideológicos, ni siquiera es una cuestión de géneros, sino un elemento que definirá profundamente el significado de nuestra naturaleza humana.
En esta causa, nadie en la izquierda puede rechazar el apoyo de la derecha, y nadie en la derecha puede menospreciar la lucha de la izquierda; ningún hombre puede menospreciar, ridiculizar o denostar esta lucha.
Ojalá todos pudiésemos intuir el significado del miedo de una persona que puede ser privada de su vida. Ojalá fuésemos capaces de empatía y compasión.
Ojalá el Presidente pueda compartir esto con nosotros y sea capaz de acompañar a las mujeres en su lucha, y apoyarse en los que queremos acompañarlas.
El único lujo que no podemos darnos es permitir que se acabe el ímpetu de esta protesta sin que pase nada.
Hace exactamente 6 meses un grupo de mujeres indignadas por la falta de atención gubernamental a la violencia por razón de género, causó alto revuelo mediático por las pintas en el Ángel de la Independencia. Seis meses después, han muerto muchas mujeres más, y no se escuchan voces serias en el gobierno para proponer las soluciones que este drama social requiere.
Tendremos que considerar un fracaso total de la política en México si en seis meses, o en un año, seguimos viendo protestas y reclamos sociales por la pérdida de una mujer más, llámese Ingrid, Fátima o Inés, sin conocer las políticas públicas que la autoridad local o federal han desarrollado para prevenirlas y mostrando resultados concretos.
Hagamos todo lo posible para evitar el dolor evitable.
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