Pensamiento escéptico y falacias (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)
No se debe creer ciegamente en los “expertos” ni en los que se autoproclaman como tales, ni en los que, siendo desconocidos, son elevados a tal rango por otros
Morelia, Michoacán, 20 de julio de 2021.- El ser humano que aspire a hablar con la verdad, debe aprender a pensar por sí mismo, y tiene la necesidad, más bien diría la obligación, de adoptar una buena dosis de escepticismo como una segunda naturaleza. En esta y en cualquier otra época no debe creer ni aceptar ciegamente lo que nos digan los demás, ni siquiera lo que pregonen los “expertos” o nuestra publicación favorita; su obligación es verificar las cosas por sí mismo. Cuando opinemos sobre un tema y nos interese hablar con la verdad debemos comprobar los datos, investigar las fuentes hasta estar razonablemente seguros de su validez, y entonces, y solo entonces, considerarlas como verdaderas.
Debemos tomar en cuenta que en el razonamiento auténtico no hay certezas absolutas. Un rápido repaso nos muestra que la física aristotélica fue desplazada por la newtoniana, ésta lo fue por la einsteniana y con razonable seguridad esta última también se quedará atrás. Ni Aristóteles, ni Newton, ni Einstein, ni Hawking, ni nadie tiene la verdad última.
Existen dos disciplinas que sí llegan a certezas totales, son las matemáticas y la lógica. Fuera de esas dos, todas las demás ciencias avanzan mediante, ensayos y errores. En el terreno de las ciencias es común observar cómo se descartan hipótesis que inicialmente lucían prometedoras para reiniciar en ocasiones desde cero. Es un hecho que ni la biología, ni la astronomía ni la química pueden, de entrada, despejar todas las dudas.
Por eso, si nos interesa conocer la verdad lo primero que se debe hacer es dudar, utilizar la duda como un medio para aproximarse al conocimiento válido. Lo segundo es investigar, verificar, cruzar datos, corroborar que el o los argumentos que leemos o nos exponen son producto de un razonamiento correcto y adecuado y no vienen de un error, una simple especulación o más grave, de un engaño deliberado, como lamentablemente ocurre con frecuencia. El caso más evidente que tenemos recientemente es las enorme cantidad de falsas noticias que proliferan en relación a las vacunas para el Covid-19 y que indudablemente han costado muchas vidas humanas,
Algo elemental, lo aceptemos o no; en la argumentación seria no cabe la democracia; la verdad no se decide por mayoría de votos. Todas las argumentaciones que estén sostenidas por pruebas y evidencias, deben ser examinadas, por más impopulares que sean. La “voz de la mayoría” o “el sentido común” no cuentan aquí; muchísimo menos la tonta ocurrencia de decir “yo tengo otros datos”; eso es un verdadero disparate, una salida torpe cuando no se desea aceptar la realidad.
Algo muy importante, no se debe entrar a una discusión si no se conoce bien el tema, o peor, si no se sabe bien a bien de qué se discute. Si no hay conocimientos y una sólida evidencia detrás de una postura, esta no tiene relevancia. Cuántas veces hemos sido testigos de los dislates proferidos por supuestos «expertos» y cotizados conferencistas de inflada reputación, con la circunstancia agravante de que si el auditorio está debidamente sensibilizado y predispuesto a creer, los argumentos suenan agradables y acordes con ideas preconcebidas ancestralmente entonces el resultado es definitivamente desastroso. Se habrá contribuido a la desinformación y a malos entendidos. Claro que en ocasiones la desinformación es precisamente lo que se busca, la transmisión sesgada, parcial y distorsionada de datos es una manera muy sencilla de manipular la opinión del auditorio. De esto tenemos sobrados ejemplos tanto en periodismo escrito y electrónico, singularmente en el periodismo militante de la 4T.
Por lo tanto, no se debe creer ciegamente en los “expertos” ni en los que se autoproclaman como tales, ni en los que, siendo desconocidos, son elevados a tal rango por otros.
Recordemos:
- No todo lo que está escrito es cierto.
- No todo lo publicado es serio o imparcial.
- Nadie tiene la última palabra de nada.
Nos agrade o no, así están las cosas. Dudemos y verifiquemos, si no se corrobora, desechemos y en lo sucesivo desconfiemos de esa fuente. Solo los dogmas deben ser creídos acríticamente, pero estos se sitúan del atrio hacia adentro.
Alejandro Vázquez Cárdenas
El síndrome de las ranas hervidas (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)