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Qué es la autocrítica (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

Podemos concluir que nuestro cerebro no es todo lo confiable que pensamos y que, de manera inadvertida, se dedica a trabajar más como un abogado defensor que busca librarnos de toda culpa, que como un jurado imparcial que busca la verdad

Morelia, Michoacán, 04 de febrero de 2020.- Definición concreta: Disposición que tienen las personas para admitir sus errores con el propósito de su posterior corrección. Esencialmente la  autocrítica nos permite un mayor conocimiento de nosotros mismos, nuestras habilidades y limitaciones. Hasta aquí todo parece sencillo; nos equivocamos, lo reconocemos, nos arrepentimos y hacemos lo necesario para no volver a meter la pata ni cometer el mismo error.

Pero no siempre es algo sencillo; la realidad es que resulta difícil el aceptar que hemos estado equivocados en algo que considerábamos cierto. Esto aplica a todo, desde una preferencia política frustrante  hasta un matrimonio que nunca debió ser.

Autocrítica, por lo tanto es un término que si bien puede ser entendido como un hecho negativo, también es un elemento positivo, indispensable para el mejoramiento y la superación personal.

La autocrítica es negativa cuando el individuo nota únicamente sus fallos, sus debilidades y sus aspectos negativos; la persona percibe lo negativo solo como fracasos y no como oportunidades de aprendizaje y  crecimiento.

La autocrítica positiva se puede entender como la capacidad para valorar los aspectos negativos y positivos de las actividades. Es mediante esta capacidad  que se logra aprender de los errores, para corregir las debilidades y poder ver las oportunidades de crecimiento. Si no existe una capacidad de autocrítica no hay crecimiento personal. Una persona con un bajo nivel de autocrítica, difícilmente asumirá sus errores y siempre hará responsable a los demás de sus errores.

Veamos algo que sucede todos los días; cuando algo sale mal, la primera reacción del común de los mortales no es investigar qué hicimos mal, sino buscar a quien echarle la culpa. Esto sucede igual si es un negocio que ha fracasado, un examen reprobado, una relación destruida, una mala decisión educativa, o una elección perdida. Por un elaborado mecanismo de autodefensa bloqueamos toda información que puede resultarnos dolorosa.

Por eso escuchamos las más peregrinas razones para intentar justificar un fracaso escolar, mismo que invariablemente es culpa del maestro, o de la escuela, o de los horarios o de lo que sea, menos del estudiante. Igual un fracaso en un negocio, que siempre es por la mala suerte o la envidia de alguien, y nunca por una mala planeación, deficiente o nulo estudio de mercado, inadecuada administración, tener un mal servicio etc. Si el fracaso es en una relación de pareja, la culpa invariablemente la tiene la otra persona, que nunca nos comprendió, ni nos entendió, ni nos apoyó. Nosotros nunca tenemos la culpa; nos volvemos impermeables a todo razonamiento que vaya en contra de lo que creemos.

Razones para esto hay muchas; la soberbia de considerarnos dueño de la verdad, el desprecio por los que piensan diferente, la tendencia a descalificar y no a argumentar. Es un hecho que es casi imposible para el cerebro humano el aceptar una crítica, sin antes pretender darle una explicación o justificación.

Una realidad es que de todos los sucesos que hemos vivido en nuestras vidas, nuestra memoria recuerda de manera selectiva solo los que nos convienen, eso para visualizarnos como nos queremos visualizar. Es más, utilizamos una gran cantidad de «argumentos», que no son sino un mecanismo de autoengaño, para proteger nuestros prejuicios. Lo más curioso que es que nuestra inteligencia y raciocinio termina por alejarnos más de la realidad y de la verdad.

Podemos concluir que nuestro cerebro no es todo lo confiable que pensamos y que, de manera inadvertida, se dedica a trabajar más como un abogado defensor que busca librarnos de toda culpa, que como un jurado imparcial que busca la verdad y que además tiene la habilidad de buscar cuanto elemento exista o pueda existir para legitimar nuestras personales fobias y filias. Ciertamente nuestro cerebro es un gran manipulador;  para él nosotros nunca tenemos la culpa.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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