Editoriales

Rendición de cuentas / Teodoro Barajas Rodríguez

El autor es Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas
El autor es Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas

La deuda pública de Michoacán es de poco más de 35 mil millones de pesos, nadie se responsabiliza del descomunal adeudo aunque las consecuencias alcanzan a todos, principalmente a la gente ajena a esos inescrupulosos manejos financieros

Morelia, Michoacán, 26 de febrero de 2017.- En pleno paradigma de la postmodernidad nuestro país aún no se caracteriza por contar con una adecuada rendición de cuentas, en los últimos años se han multiplicado los saqueos del patrimonio público, muchos gobiernos han hecho de la corrupción su modus operandi, la mayoría de responsables hacen el crimen y no reciben castigo.

La deuda pública de Michoacán es de poco más de 35 mil millones de pesos, nadie se responsabiliza del descomunal adeudo aunque las consecuencias alcanzan a todos, principalmente a la gente ajena a esos inescrupulosos manejos financieros.

Es preciso saber qué sucede con los dineros públicos, no se entendería la democracia mientras prevalezcan las inercias incubadas en el antiguo régimen, durante décadas el acceso a la información fue negado sistemáticamente, ello dio pauta para los abusos desde el poder, la opacidad fue un elemento constante que sigue vivo porque la voluntad política se ausenta, no podemos negar que se han dado pasos al rumbo adecuado aunque lentamente.

Lo que en otros países con evidente maduración democrática implica la transparencia  como una práctica cotidiana no es es común en nuestro país, acá parece que todo llega tarde. La rendición de cuentas suele brillar por su ausencia, aunque tengamos diversos signos que indiquen la corrupción que florece en medio de la opacidad gubernamental.

Aunque el problema de la opacidad es sistémico y azolva la vida pública parece ser un tema sin mayor importancia en las agendas públicas, las prioridades tienen otro destino y parecen chocar con el empoderamiento ciudadano.

La normalidad democrática no se agota con el tema de la alternancia electoral, ese es un componente, si no se aplica la transparencia ni existe la rendición de cuentas la democracia pierde consistencia. De tal manera que los problemas demandan soluciones aunque pero éstas se postergan, muchos están en campaña, hacen lo suyo y en muchos casos las dificultades mencionadas son argumentos para su activismo, se ceban en los errores de otros, los festinan.

El futurismo electoral galopa en medio de un presente que ha registrado signos preocupantes porque está latente el riesgo de estallidos sociales, confrontaciones que abonan más a un caos que genera consecuencias que ya se comenzaron a padecer, la rendición de cuentas se posterga porque no es un tema trascendente para la élite política, ellos van a su negocio.

El acceso a la información parece importar más a los académicos que a los políticos, no olvidemos que algunos de los fines del estado deben ser la certidumbre, el orden jurídico y el bien común; no obstante la opacidad maridada con la corrupción se opone a dicha teleología.

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