Salón de fiestas / Teodoro Barajas Rodríguez
El Senado de la República recientemente se vistió de circo para organizar una gran tertulia en la que corrió el licor, el desenfado y la música con el acento fiestero del dirigente de la Cámara Alta de los panistas Jorge Luis Preciado, sin rubor el legislador protagonizó en ese recinto un encuentro con Baco
Morelia, Michoacán, 08 de febrero de 2014.- El Senado de la República recientemente se vistió de circo para organizar una gran tertulia en la que corrió el licor, el desenfado y la música con el acento fiestero del dirigente de la Cámara Alta de los panistas Jorge Luis Preciado, sin rubor el legislador protagonizó en ese recinto un encuentro con Baco.
La brújula se ha extraviado, los desfiguros son tantos como la arena del mar, un sitio que ocupa del debate serio, me refiero a la Cámara, razonado para fundamentar razones y motivar leyes toda vez que nuestro trance como nación ofrece un tejido social pulverizado en el que la descomposición amenaza, hay quienes no asimilan lo que acontece y han optado por lo trivial para transformar el emblemático recinto en una carpa.
Los legisladores hace un buen rato son los más desprestigiados en los eslabones políticos, en los congresos estatales como en el federal el debate ya fue sustituido por la histeria, los cuestionamientos reposados han hado paso al desahogo sistemático sin medida. La confrontación de ideas no existe más, ahora se registra una sorda lucha de interés partidista, las causas de la nación ya no figuran en la orden del día. Patético pero real.
La democracia representativa se agota apresuradamente, este paradigma resulta insuficiente porque lo dirigen cretinos que se columpian de un escaño a otro con unas siglas u otras, todos los caminos que llevan al poder son válidos diría Nicolás Maquiavelo, muchos lo aplican a pie juntillas, resulta ser su dogma de fe.
Si el Senado de la República o la Cámara de Diputados se han convertido en salones de fiestas resulta lamentable pero sintomático de lo que tenemos por clase política, de todos los partidos se suman a tales jolgorios, en ese lapso no caben las insidias ni los cuestionamientos, la fiesta es el cemento que los pega para brindar generosamente, además a ellos les resulta gratis, el erario público ellos lo volvieron generoso, faltaba más.
México oscila entre lo sublime y lo ridículo, son muchos los temas en la lista larga de la agenda política nacional que merecen la máxima atención para consolidar un cambio verdadero, la reforma energética, electoral, de comunicaciones, el estado de derecho vulnerado, la carencia de una auténtica política industrial, la generación de empleos, en fin son muchos los pendientes por ello resulta un cinismo de altos vuelos que los legisladores opten por celebrar y embriagarse no solo de poder sino de alcohol.
Por situaciones como la mencionada está sumamente menguada la imagen de los legisladores en lo general, imagínese a los mismos de siempre reeligiéndose para ufanarse de aquella frase “cambiar para seguir siendo lo mismo”. Si Aristóteles señaló que la política debe ser la expresión máxima de la ética, Maquiavelo dijo que se trataba de una ciencia amoral, la definición del italiano fue adoptada enseguida por tantos que la misma práctica se mantiene inveterada.