Simonía y delincuencia / Alejandro Vázquez Cárdenas
Vayamos por partes; la palabra «simonía» significa la compra y venta de bienes de tipo espiritual por medio de bienes materiales. Tomás de Aquino la define como “la voluntad deliberada de comprar y vender cosas espirituales, privilegios y derechos»
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Morelia, Michoacán, 18 de julio de 2017.- Vayamos por partes; la palabra «simonía» significa la compra y venta de bienes de tipo espiritual por medio de bienes materiales. Tomás de Aquino la define como “la voluntad deliberada de comprar y vender cosas espirituales, privilegios y derechos». La Iglesia primitiva calificó este acto como el más grave en el terreno de la normativa eclesiástica, al comparar los oficios del Espíritu Santo con el dinero. En la práctica la simonía incluye desde la compra de cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, promesas de oración, hasta el perdón de todos pecados.
La palabra simonía deriva de un personaje que aparece en los Hechos de los Apóstoles; Simón el Mago, que en algún momento quiso comprarle al apóstol Pedro su poder para hacer milagros, lo que ocasionó una violenta reprobación por parte de Pedro, «Que tu dinero desaparezca contigo, dado que has creído que el don de Dios se adquiere a precio de oro».
La simonía era algo común entre los siglos IX y XI, pese a la legislación contra ella. Durante ese período la simonía impregnaba absolutamente la vida de la iglesia en todos los niveles, desde el más bajo clero hasta al papado. Una de las causas del origen de la Reforma fue precisamente la simonía centrada en la venta de indulgencias.
La simonía tiene presencia en México, sólo que aquí es más conocida con la denominación de Narcolimosnas. La posición de la Iglesia Católica ha sido, por decirlo de alguna manera, poco clara, aunque en alguna ocasión, por medio de su publicación oficial «Desde la fe», la Arquidiócesis de México reveló que buena parte de los sectores sociales mexicanos estarían involucrados en el narcotráfico y el crimen organizado.
Esta publicación católica sostiene que gobernadores, militares, empresarios, “policías enteras”, periodistas y medios de comunicación estarían vinculados con las bandas del crimen y el narco. Y lo más interesante es que la propia Arquidiócesis, que siempre se ha caracterizado por su resistencia a la autocrítica, en esta ocasión también se incluya entre los sectores que tienen vínculos con el crimen organizado.
La verdad eso no es nada nuevo, era algo sabido en los círculos de poder, pero que los ministros católicos no se atrevían a revelar.
Otra cara del problema la encontramos en las declaraciones del ya fallecido Obispo de la Diócesis de Aguascalientes, Ramón Godínez Flores, el cual admitió que a la Iglesia Católica llegan limosnas del narcotráfico, pero, al igual que los corruptos que recibe AMLO, se purifican al entrar a ella, según declaró al periódico Reforma. «Donde quiera se dan (limosnas del narco), en Aguascalientes y en Tepezalá, pero no nos toca a nosotros investigar el origen del dinero». «Está el ejemplo de nuestro Señor cuando recibió el homenaje de aquella mujer (María Magdalena), cuando le ungió sus pies con un perfume muy costoso, y Jesús no investigó: ¿En dónde compraste ese perfume? ¿De dónde fue el dinero?, él simplemente recibió el homenaje».
Al también en su momento comisionado de la Conferencia del Episcopado Mexicano para asuntos educativos se le preguntó si la Iglesia no debería rechazar las limosnas de las que sospeche que provienen del narcotráfico: «No porque el origen del dinero sea malo hay que quemarlo. Hay que transformarlo, más bien. Todo dinero puede ser transformado, como una persona también que está corrompida se puede transformar», expresó. «Si una persona se puede transformar, cuanto más lo material». Como vemos es probable que AMLO haya abrevado de esta sabia fuente.
Algo muy evidente podemos colegir de todo esto; si alguien en México conoce pelos y señales de los políticos, empresarios y gobernantes involucrados con las bandas del crimen y el narco, son precisamente los ministros del culto católico, pues por su misma profesión ellos están en posición de conocer, con todo detalle, vida y milagros del narco.
La pregunta obligada es: ¿Y qué van a hacer los sacerdotes del rito católico con esa información? ¿Que pesará más en su conciencia, el dinero y el poder, el compromiso con sus nuevos (y peligrosos) feligreses, o su compromiso con México?
Buena pregunta.