¿Sirve anular el voto? / J. Jesús Sierra Arias
De por sí un proceso electoral es caro, económicamente hablando, y se hace más caro cuando se desperdicia la opción. Cuando se deja de votar o cuando se anula el voto el gasto es un desperdicio.
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Morelia, Michoacán, 05 de junio de 2015.- ¿Sirve anular el voto? Hay quien piensa que sí y respeto esa opinión; sin embargo, no la comparto. Expondré mi razón.
El sufragio es un instrumento poderoso, del que ya he escrito antes, que siendo individual al tornarse colectivo define el rumbo de la sociedad en determinado periodo. Igual nos lleva a la izquierda que a la derecha o nos deja en el centro. Todo depende de lo que la mayoría decide.
Mucho se luchó por llegar al punto en el que el sufragio fuera universal, recordemos que en una época estuvo reservado a cierto tipo de personas (los varones poderosos de la época). Muchas fueron las batallas que se libraron para que hoy cualquier persona con 18 años obtenga una credencial y vote.
Ciertamente un porcentaje importante de personas con posibilidad de votar no lo hacen. No se interesan ni en los asuntos públicos ni en los partidos. Les da igual. Las causas son muchas y no vale la pena entretenerme en ellas. Afortunadamente cada vez hay más instrumentos para interesarlos y ojalá así sea.
Sin embargo, hay una franja de votantes que no están en esa condición. Se trata de personas, por lo regular bien informadas, que saben la trascendencia de votar y pretenden demostrar su inconformidad contra el sistema, contra el gobierno en turno o contra algún partido político en particular que deciden anular el voto con el propósito de no favorecer a nadie. Pretenden que a la hora del recuento de los votos la sociedad conozca que hay una cantidad de votantes que no están de acuerdo con nadie y lo demostraron anulando el voto.
Con esta acción pretenden generar un cambio. Y si, en un punto puede ser que llamen la atención al demostrar que hay inconformes con el sistema de gobierno o con el sistema de partidos.
La pregunta que me mueve a no estar de acuerdo con esta postura es la siguiente: ¿qué efectos prácticos o que resultados concretos en la elección se consigue anulando el voto?
El voto nulo no cuenta. No se coloca en ninguna casilla positiva.
Gana quien obtiene el mayor número de sufragios de los votos válidos. El sistema electoral está diseñado para que gane el que tiene mayoría.
En el extremo no concedido que el número de votos nulos fuera mayor al de los votos válidos, no el de quien obtuvo mayoría, sino del total obtenido por todos los contendientes en la jornada electoral, y con ello se anulara la elección, ¿a qué nos llevaría? Obvio, a una nueva elección, con el consecuente desgaste de todo tipo para la sociedad y para el Estado, sin descartar el ambiente de ingobernabilidad que se generaría. Entonces, que se habrán ganado los anulistas? Nada. Bueno sí, generar caos social. Bendita cosa, ¿no?
La respuesta, desde mi particular punto de vista, no está en anular el voto sino al contrario, en votar.
El sistema electoral hoy ha reconocido que los partidos políticos pueden no representar una opción para los inconformes contra el sistema o contra los partidos y ha dado una alternativa: candidatos independientes. Ojo, no estoy diciendo que deban optar por eso; sólo estoy comentando la opción que el sistema electoral ofrece.
El que haya partidos de diferentes signos ideológicos y la posibilidad de candidatos independientes le da al elector una rica oferta de opciones. Si hay electores anti sistémicos ahí están las opciones: la oposición o los independientes.
De por sí un proceso electoral es caro, económicamente hablando, y se hace más caro cuando se desperdicia la opción. Cuando se deja de votar o cuando se anula el voto el gasto es un desperdicio. Pero reconozco que es una opción.
Puedo coincidir que los partidos denominados grandes pudieron haber fallado. Pudieron haberse equivocado de diferentes formas, ya sea por si o cundo ejercieron el gobierno y producir desencanto entre la ciudadanía. Pero esa no será una circunstancia permanente. Estoy seguro que llegará el día en que habrá dirigencias o gobernantes sensatos que corregirán los rumbos.
Los grandes partidos tienen grandes problemas internos. No tienen nunca asegurada la unidad, porque en ellos no existe; nunca podrá existir. A lo más que pueden aspirar, si logran un ejercicio serio, es a la cohesión de intereses internos. El candidato o dirigente de un partido que asegure que logró la unidad está mintiendo o cuando menos está siendo optimista o utilizando una frase de campaña. Las fracturas internas son naturales y hay quien las tramita mejor y logra conciliar los intereses; eso es todo.
La unidad en política es utopía, la cohesión es resultado del talento y capacidad política.
Pero con todo, votar es lo importante. Votar es útil a la democracia, al sistema electoral y a la república.
Votar es una forma de corresponder a los esfuerzos de miles de ciudadanos que desinteresadamente han aceptado capacitarse y ser funcionarios de casilla; es demostrarles que su esfuerzo valió la pena; votar es decirle a nuestra comunidad y a nuestros vecinos que nos importan los problemas comunes; votar es dar un buen ejemplo a nuestros hijos enseñándolos a que sean responsables y mostrarles que ellos, en poco tiempo, tomarán su lugar y tendrán que resolver sus problemas de forma civilizada.
Votar es el mejor modo de resolver los conflictos cambiando los golpes y las armas por argumentos e ideas. La paz es la aspiración permanente de toda sociedad que quiere vivir en armonía. Si eso queremos, el voto es el mejor modo de consolidar las instituciones.
George Washington decía: “El gobierno no es una razón, tampoco una elocuencia, es fuerza. Opera como el fuego; es un sirviente peligroso y un amo temible; en ningún momento se debe permitir que manos irresponsables lo controlen”. En mi concepto, el voto es el mejor control ciudadano del gobierno.
Reitero, respeto a quienes opinan que anular el voto es una opción, pero no comparto sus razones.
Buena tarde a todos.