Slogans y coreografías: Otra vez, comunicación complaciente
Ignoro si fue intencional que en el encuentro sostenido entre Peña Nieto y 300 jóvenes entorno a su 4° Informe de Gobierno se deslizaran las palabras “respuestas coreografiadas” y “slogan” pero aún si no, reflejan perfectamente lo que está pasando por la mente de los asesores de la presidencia: que la información puede reducirse a slogans
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Ciudad de México, 02 de septiembre de 2016.- A estas alturas, creo que está superada cualquier perspectiva de análisis que se quede en gustos o disgustos. Lo vimos en dos casos muy concretos: el texto de Nicolás Alvarado sobre Juan Gabriel y la reunión de Enrique Peña Nieto con Donald Trump; en ambos no importa realmente si son de nuestro agrado o no los personajes involucrados, sino el sustrato de realidad y de cultura en el que ellos y nosotros nos movemos.
Si a Alvarado, su texto le costó presentar su renuncia a la dirección de TV UNAM, no fue por los gustos buenos o malos que él tiene o los buenos o malos que cree tiene la gente. El despropósito fue evidenciar el clasismo cultural del cual es víctima; situación que suele no ser problemática (incluso es aplaudida) en muchos sectores pero que es quizá una de las pocas condiciones inaceptables para la única institución universitaria que ha vencido el clasismo cultural en nuestro país.
En el caso de Peña-Trump, el error en la reunión del jefe de Estado con el candidato no puede quedarse en las filias o fobias que la sociedad pueda tener de las personalidades de cada uno o en las opiniones sobre sus opiniones, sino con la ignorancia de los protocolos, el desinterés por la soberanía y el desdén por el andamiaje político en el que bien que mal participa la ciudadanía mexicana.
Es decir: no todo puede resolverse con slogans y respuestas coreografiadas (como un joven preguntó a Peña durante el encuentro que sostuvo en el marco del 4° Informe de Gobierno). La realidad no puede mirarse desde el cristal de nuestros prejuicios, ya no. Es simplemente desastroso.
Es cierto que en México “nunca faltarán los entusiastas oradores que hagan idilios en prosa cada septiembre” como decía el periodista decimonónico Joaquín Herrera, pero quizá como nunca antes presenciamos lo inútil de esa comunicación obsequiosa, de esos mensajes que buscan y procuran “el agrado”, de esas respuestas zalameras o aduladoras que hoy sólo provocan arcadas mentales a las audiencias.
Ignoro si fue intencional que en el encuentro sostenido entre Peña Nieto y 300 jóvenes entorno a su 4° Informe de Gobierno se deslizaran las palabras “respuestas coreografiadas” y “slogan” pero aún si no, reflejan perfectamente lo que está pasando por la mente de los asesores de la presidencia: que la información puede reducirse a slogans y que la participación en el debate social no permite arritmia ni disonancia. Es decir: todos saben qué hacer, cuándo y cómo para que una frase pegajosa sintetice todo lo que queremos decir.
Pero no, la realidad es mucho más compleja y más rica, más versátil, absurda y sorpresiva; y merece ser atendida con más respeto de lo que los pretenciosos sabiondos quieren vender.
Es por ello que insisto: este análisis no puede limitarse a señalar lo que nos place o nos disgusta de las instituciones de poder o los personajes de representación. Hace falta comprender cómo se han venido construyendo los diferentes significados culturales, los diversos discursos, las contrastantes realidades de la sociedad mexicana. Es lo que Manuel Castells en Comunicación y Poder se preguntaba: “Éste es el tema: saber por qué, cómo y quién construye y ejerce las relaciones de poder mediante la gestión de los procesos de comunicación y de qué forma los actores sociales que buscan el cambio social pueden modificar estas relaciones influyendo en la mente colectiva”.
Porque si en la esfera maniquea, simplona e infantil de las redes sociales no está funcionando el slogan y la coreografía, es altamente probable que en otros círculos de reflexión no vayas mucho mejor.
Concluyo con una anécdota relatada por Joaquín Herrera sobre una batalla en la villa de Cosomatepec durante la Guerra de Reforma: tras la ocupación de la villa por parte del ejército conservador vino un encarnizado enfrentamiento contra los liberales que deseaban retomar el pueblo. Toda la trifulca, según, la resolvió una mula cargada de municiones que los liberales utilizaron para vencer a los conservadores; hubo muchas bajas pero el capitán del ejército conservador sobrevivió gracias a un indígena de Cosomatepec que fue por él al campo de batalla, lo cargó sobre sus hombros y lo curó en su jacal. Ese capitán era Manuel González y más tarde fue presidente de México de 1880 a 1884. Según Herrera, el presidente González, anticipándose al escarnio, él mismo hacía mofa de aquella batalla perdida diciendo que habían sido derrotados por una mula. Al final, todos reían, complacientes. Pero nunca contó que un indio le había salvado la vida. @monroyfelipe