Un ciudadano, un voto / Alejandro Vázquez Cárdenas
A partir del nacimiento del IFE, actualmente INE, podemos afirmar que un ciudadano es igual a un voto. Pero todo lo anterior se puede venir abajo si el segmento más cavernario, criminal y perverso del PRI insiste en defender el evidente fraude realizado en Coahuila, donde se vieron y documentaron todos los recursos ilícitos y punibles que existen para intentar dar el triunfo al PRI
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“La moral es un árbol que da moras”
Gonzalo N. Santos, ilustre priista, paradigma de ese partido.
Morelia, Michoacán, 13 de junio de 2017.- “El INE organiza procesos electorales libres, equitativos y confiables para garantizar el ejercicio de los derechos político-electorales de la ciudadanía y contribuir al desarrollo de la vida democrática de México”. Esa es lo primero que leemos al ingresar a la página oficial del Instituto Nacional Electoral, organismo que el 4 de abril del 2014 sustituyó al Instituto Federal Electoral, el conocido IFE.
También esa página nos informa que el INE emite la Credencial para Votar, documento que emplean millones de personas para identificarse y ejercer su derecho al voto y de paso nos comunica que “Las mexicanas y mexicanos tienen derecho a ejercer el voto en cualquier parte del mundo.” Por si teníamos alguna duda.
En la actualidad, millones de ciudadanos con edades que van de los 18 a los 40 años, no conocieron, y ni idea se dan, de cómo eran las elecciones en el México de la segunda mitad del siglo XX
Actualmente prácticamente todo mexicano en edad de votar cuanta con una credencial del INE, no tanto porque sea un ciudadano ejemplar y consciente de sus obligaciones, sino porque sin esa credencial, que le funciona como identificación, no puede hacer prácticamente ningún trámite.
Pero, ¿Cómo eran las elecciones en México en esas épocas? La respuesta, en versión corta es, “una gran farsa”. Veamos algunos datos.
En esas épocas las elecciones estaban diseñadas, controladas y manejadas totalmente por el propio gobierno, o sea el PRI, por medio de la llamada Comisión Federal Electoral, órgano dependiente de la Secretaría de Gobernación. Su función era el control absoluto de los procesos electorales del país.
La comisión estaba formada por un comisionado del Poder Ejecutivo, el Secretario de Gobernación de turno (del PRI) quien fungía de presidente de la misma. Para simular pluralidad existían dos representantes del poder legislativo, que eran un diputado y un senador obviamente del PRI. También contaba con un representante de cada partido político, que salvo el PAN, dependían del subsidio del Gobierno, y un notario público seleccionado por la comisión desempeñando la función de Secretario.
Para que no quedada ninguna salida o resquicio donde se pudiera filtrar una molécula de libertad, la Comisión también era la encargada de presentar resolución a cualquier conflicto con respecto a las elecciones.
Obviamente por muchos años la oposición política reclamaban sobre el enorme disparate de que el Gobierno Federal fuese juez y parte en los procesos electorales; el asunto reventó en la elección de 1988, cuando ante él para muchos evidente triunfo del Ing. Cárdenas apoyado por una variopinta coalición de partidos, el PRI-Gobierno no tuvo otra salida que decretar la “Caída del sistema” orquestada por el siniestro Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, ese mismo que ahora , ya purificado por el Jordán de AMLO, es un paladín de la “izquierda”.
El presidente Carlos Salinas de Gortari, con todos los defectos que se le quieran colgar, pero con una mente brillante, se ve incentivado a realizar una reforma en el órgano encargado de los procesos electorales en México. Tras las reformas a la Constitución Política aprobadas en 1989 y de la expedición de una nueva legislación, nace el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE), el 15 de agosto de 1990 se constituye el Instituto Federal Electoral que sustituye a la Comisión Federal Electoral hasta el 4 de abril de 2014, cuando fue disuelto por las reformas político electorales impulsadas por el Presidente Enrique Peña Nieto.
A partir del nacimiento del IFE, actualmente INE, podemos afirmar que un ciudadano es igual a un voto. Pero lo que no podemos afirmar es que cada voto haya sido perfectamente razonado.
Pero todo lo anterior se puede venir abajo si el segmento más cavernario, criminal y perverso del PRI insiste en defender el evidente fraude realizado en Coahuila, donde se vieron y documentaron, todos los recursos ilícitos y punibles que existen para intentar dar el triunfo al PRI. Si el INE cierra los ojos, dobla las manos y se arrodilla, se habrá dado el primer paso para sepultar nuestra incipiente democracia. Nada o muy poco tendremos que envidiarle a la Venezuela de Maduro.
Le tocara a Peña Nieto ser, históricamente, el enterrador de la democracia en México.