Editoriales

Un dantesco descenso a los infiernos / Teresa Da Cunha Lopes

Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS
Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS

Lo que pasó esta madrugada del lunes 13 de julio de 2015 en Bruselas no es una solución de la crisis, ni un rescate de la deuda griega. Es un ejercicio de poder desde la tiranía del paradigma económico vigente que administra el dantesco descenso a los infiernos de la Grecia, y con ella de toda Europa.

Morelia, Michoacán, 13 de julio de 2015.- Creo que la mejor definición de «jamás» en boca de un político fue producida, hace un siglo,  por el Conde de Romanones que, a la salida de un Consejo de Ministros español, clarificó linealmente su posición a los periodistas: “tengan ustedes en cuenta que cuando digo jamás, siempre me refiero al momento presente”. Esta frase  seguramente le servirá a Tsipras para explicar, a su regreso a Atenas, lo que firmó esta madrugada (lunes 13 de julio 2015) en Bruselas, al final de la maratónica reunión del Eurogrupo.

Hay que tener presente que el acuerdo solo puede ser implementado si el primer ministro Alexis Tsipras logra que se aprueben las nuevas medidas en el parlamento griego. Ahora bien, muchas de esas directrices son más estrictas y amplias que las rechazadas por los griegos en el  referendo del NO (OXI) hace menos de dos semanas.  O sea, este acuerdo viene a ratificar el chantaje de los mercados sobre la Comisión (que diplomáticamente llamaré de nueva “realpolitik”) al imponer la idea  neofascista  de que no puede existir democracia plena- respecto por la opción expresada en un referendo – cuando las familias tienen hambre, cuando el acceso a la educación y a la salud son deficientes, cuando la equidad de hecho y de derecho es omisa. Estamos en una clara situación en que  la decisión soberana del pueblo en las urnas es subvertida por las imposiciones de Wall Street.

Podrían, los tecnócratas tener alguna onza de razón, si lo que recibe Grecia a cambio de la rendición es lo necesario para regresar a una economía  que le permita salir de la crisis.  Todo lo contrario. Optan por los recortes, optan por la asfixia. Ahora bien, como lo comentó en su día Krugman: “Recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más”. O sea cava la tumba de los países ya en en depresión. Los transforma, literalmente,  en zombies económicos.

Lo que recibirá Grecia a cambio de las reformas y de los recortes brutales es un tercio de lo que el país ya recibió en sus dos primeros programas de rescate.  Lo que aceptó es equivalente a una eutanasia aplicada al enfermo terminal.

No obstante, para continuar como miembro del euro (su salida del club exclusivo de la Eurozona , el “Grexit”, tanto permanente como temporal estuvo siempre sobre la mesa de las negociaciones simuladas) el gobierno de Tsipras aceptó recortes en las pensiones, la subida del impuesto al valor agregado, sistema de recortes de costos cuasi automáticos que se implementarán si Grecia se desvía de las metas ambiciosas de superávits, adopción del BRRD, reforma del sistema de justicia civil de Grecia- todas estas medidas deben adoptarse antes del miércoles por el poder legislativo y se inicia su implementación el 22 de junio.

Pero el paquete de imposiciones va más allá. Después de la primera tanda de reformas,  viene otra ola de reformas de mercado, incluyendo recomendaciones comerciales, períodos de ventas, propiedad de farmacias, leche y panaderías y la apertura de sectores prioritarios  como el transporte en ferry o la red eléctrica tendrá que ser privatizada o abierta a la competencia. El mercado laboral tendrá que hacerse más flexible y el sector financiero tendrá que fortalecerse.

150713-grecia-oxi-400-atiempo.mxAunque buena parte de la atención se ha centrado en la resistencia alemana a la solidaridad europea con los griegos, gobiernos de países más pequeños de la eurozona (ejemplo, el gobierno de centro derecha de Portugal, liderado  por Passos Coelho) a los que se les dio salvavidas financieros mucho más pequeños durante la crisis, también mostraron su oposición ante la posibilidad de reestructurar la deuda  griega.

Esto, a pesar de ser evidente que están en el mismo barco y que han sufrido la misma situación de pauperización impuesta por el paradigma de la austeridad presupuestal. Ahora bien, “la interminable austeridad que Europa está imponiendo al pueblo griego simplemente no funciona (…) las exigencias financieras impuestas por Europa han machacado la economía griega, han conducido al desempleo masivo, han colapsado el sistema bancario y han convertido la crisis de la deuda externa en un problema mucho más grave, con la deuda disparada hasta un impagable 175% del PIB. La economía está destrozada, con los ingresos fiscales cayendo en picado, la producción y el empleo deprimidos, y los negocios hambrientos de capital.(…) El impacto humanitario ha sido colosal –el 40% de los niños viven en la pobreza, la mortalidad infantil se está disparando, y el paro juvenil se acerca al 50%–”, como lo escribe el economista Thomas Pikety en su carta a Merkel.

La eutanasia inscrita en el acuerdo con la Grecia entierra, de una vez por todas, la propuesta teórica de Keynes, enunciada como consecuencia de la “Grande Depresión” y retomada por Krugman y otros Premios Nobel de la Economía en su análisis de la crisis europea, de que el Estado debe jugar un papel contracíclico en la economía: estimulando la demanda en momentos de recesión y restringiéndola en momentos de auge. De esta manera, los ciclos económicos se aminoran y no se transforman en crisis. Esta es la grande lección keynesiana, este es el paradigma que los gobiernos de la Eurozona  han olvidado.

Sin embargo, los economistas opuestos al paradigma económico vigente en Bruselas – Krugman, Stiglitz, Pikety – se parecen , en el 2015, cada vez más al Keynes de 1919 ( el de las «Consecuencias económicas de La Paz) : denuncian el absurdo de la «revancha»; desnudan los efectos perversos en las economías nacionales de las medidas impuestas y , tal como a Keynes, nadie los escucha . Sólo nos resta esperar que el resurgimiento político de la ola neofascista en Europa , consecuencia directa de la transformación de los países del sur en zombies económicos, no acabe en otra  tragedia que nos arrinconará a una nueva guerra.

Las similitudes entre las dos situaciones -Europa post Primera Guerra Mundial y Europa post intervención de la “troika”- es fruto de lo que llamo, parafraseando a Thomas Kuhn y a su teoría de las revoluciones científicas, “la tiranía del paradigma económico vigente”.

El paradigma económico dominante en Bruselas y en el FMI impide no solo ver más allá del horizonte definido por los conceptos y leyes de los neoclásicos, como también ha secuestrado a las estructuras de toma de decisiones políticas y, por ende, obstaculizado cualquier posibilidad remota de salir de la crisis en la Eurozona. No sólo la relación incestuosa de sus especialistas con las instituciones financieras (Wall Street, Goldman Sachs)  se ha revelado, en los años de la crisis, como omnipresente y perniciosa a la hora de producir las políticas económicas europeas, como también  su responsabilidad en la creación de  la crisis se hizo pública y evidente.

150713-oxi-grecia-400-atiempo.mxLa autorregulación de los mercados que defienden, la primacia de los mercados financieros  acompañada de las masivas privatizaciones de sectores estratégicos –energía,educación, salud, seguridad social, defensa-, de la regresión de los derechos laborales y de la opción por un Estado minimalista, se justificaba, estaban acostumbrados a explicar los maestros indiscutibles del paradigma vigente, por la eficiencia del mercado perfecto, la cual  surge de la racionalidad de los agentes económicos. El problema es que la “racionalidad” del “Homo economicus” es un mito. Y, si bien todos nosotros lo sabemos, porque lo aprendimos en carne propia, con la caída de los indicadores de la calidad de vida, en el descenso  a  los infiernos de la pobreza, los tecnócratas del FMI y de Bruselas no lo pueden ver,  atrapados en la cueva  del paradigma económico vigente. Su visión de la realidad es fruto de una imago mundi, de la imagen conceptual arcaica, probadamente errada, pero de la cual no pueden escapar a la hora de producir el modelo de reproducción de la plutocracia apartado del concepto de justicia redistributiva.

En su opuesto, la idea de que los mercados no son milagros de la eficiencia, y que los individuos no son omniscientes computadoras cuyo comportamiento económico no siempre es racional, no es nueva. Desde John Maynard Keynes, los pensadores heterodoxos lo han advertido en repetidas ocasiones. No solo es un mito, también es un mito peligroso.  Y, para allá de este mito, existe un otro que nunca ha funcionado: el de la austeridad como instrumento de recuperación económica en época de crisis. Pero el Keynes de entre las dos guerras  y Krugman,  Stieglitz,  Piketty, Heiner Flassbeck ,Jeffrey D. Sachs,Dani Rodrik, Simon Wren-Lewis  hoy,  gritan en el desierto.

Es bien verdad que los keynesianos, institucionalistas, marxistas regulacionistas eran, y siguen siendo demasiado críticos para ser escuchados. Incomodan. Pero esta no es la única razón por la cual no pueden (y no han sido escuchados) ser escuchados.

El problema reside en que la ruptura paradigmática construida por la acumulación de hechos y observaciones que contradicen el paradigma vigente neoclásico, todavía no ha sido seguido por la introducción del nuevo paradigma. O sea, la economía como disciplina necesita una refundación. El problema es que nosotros no tenemos ya el tiempo, ni podemos continuar  pagando  en tragedias humanas, los costes absurdos de los experimentos teóricos  de los tecnócratas de Bruselas.

Es evidente que la refundación y la consecuente revisión del paradigma vigente es urgente. Cualquier modelo de recuperación económica basado en una “racionalidad” inexistente de los mercados y de los agentes económicos, tal como lo proponen los modelos económicos en que se basan los ejes de los rescates propuestos por la “Troika” y ahora por el Eurogrupo, sólo puede  producir  (y lo ha hecho) una receta para el desastre. O sea, es necesario crear herramientas de corrección.  Implementar políticas que permitan, no solo una salida de la crisis, como también una transición a un nuevo sistema de producción, adaptado a las nuevas economías alternativas de la sociedad de la información y del conocimiento.

Para  asegurar esta transición,  Europa es una región clave. Tiene  (todavía) el sistema educativo, tiene las nuevas industrias del conocimiento, tiene la fortaleza de una transición en marcha al nuevo paradigma energético y tiene los sistemas de protección social y en la salud que permiten niveles de calidad de vida superiores a otras regiones.

Si existe un momento y un lugar para la transición al futuro, todavía este es la Europa. Una Europa que en crisis de su moneda única, debería aplicar la propuesta  de Keynes sobre el papel del Estado a lo largo de los ciclos económicos. El Estado debe jugar en general un papel contracíclico en la economía: estimulando la demanda en momentos de recesión y restringiéndola en momentos de auge. De esta manera, los ciclos económicos se aminoran y no se transforman en crisis.

Esta es la grande lección keynesiana,  esta fue la herramienta que permitió reconstruir el continente después de la Segunda Guerra Mundial, crear la abundancia y el estado del bienestar. La política que está en el origen del “milagro alemán”, fruto, en gran parte del keynesiano Plan Marshall y del perdón de la deuda de guerra en 1953.

Este es el paradigma que los gobiernos  de la Eurozona han olvidado.

Así que, lo que pasó esta madrugada en Bruselas, no es una solucción de la crisis de la zona euro, ni un rescate de la Grecia. Es un ejercicio de poder desde la tiranía del paradigma económico vigente  , tiranía a la cual se suma la lucha de ego, las limitaciones intelectuales y de carácter de los líderes europeos. Coctel que proporcionó la traición de la “unión” de los gobiernos europeos a los  ciudadanos europeos.

Krugman tiene razón cuando escribe que se trató de un “golpe de estado” y  que lo ocurrido «va más allá de la dureza, es pura ansia de venganza, es la completa destrucción de la soberanía nacional y no hay esperanzas de alivio».

Yo voy más allá, lo que asistimos es al dantesco descenso a los infiernos de la Grecia y con ella de todos nosotros. Podríamos liderar el camino al futuro: un mundo de libertades, una región de paz, un vórtex de creatividades,  un continuo spillover desde los laboratorios de I&D para las empresas y para la sociedad, con fuentes inagotables de energía alternativas renovables  moviendo esta nueva economía , todo esto es todavía posible de ser realizado en Europa.

Tenemos todas las condiciones, excepto una: la falta de liderazgos creíbles, eficientes y no corruptos. En consecuencia, en vez de construir el futuro, estamos dejando que una minoría, con mentalidad fordiana y neocolonialista, nos regrese a la plutocracía del pasado.  Es tiempo de tomar las riendas.

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