Yo soy #Charlie / Por: Teresa Da Cunha Lopes
Yo soy # Charlie. Somos millones. Somos el presente y el futuro. Somos la Humanidad. Somos el invencible sol de la libertad en medio del invierno del terror.
–
Au millieu de l’ hiver, j’ai finalement appris qu’il y avait en moi un soleil invincible.”
Albert Camus
Morelia, Michoacán, 12 de enero de 2014.- Los asesinos bárbaros de Charb, Cabu, Wolinski y Tignous, son los mismos que de Afganistán, Bangladesh a Bosnia, pasando por Irak y los países de la Primavera Árabe han asesinado, en las últimas décadas, a otros luchadores, muchos de ellos musulmanes, tales como Mujibur Rahman, Izetbegovic, Massoud, los héroes y heroínas de Bengasi o como Salwa Bugaighis. Bajo el manto de la narrativa radical religiosa esconden objetivos mercantiles predatorios y un profundo odio a la Humanidad.
Estamos frente a una ideología radical con objetivos inalterables: esclavizar a naciones enteras e intimidar al mundo. Ningún acto nuestro invitó a la furia de los asesinos. Y ninguna concesión, soborno o acto de apaciguamiento cambiará o limitará sus planes de asesinato.
En el mundo globalizado, se presume que los “nuevos” los terroristas odian los valores occidentales y especialmente estadounidenses, la cultura, la civilización occidental y la existencia de libertades y derechos civiles. Odian al infiel, al otro, al diferente. No es que no nos entiendan. Nos odian precisamente porque entienden a nuestra sociedad; odian nuestras libertades, nuestro compromiso con la igualdad, con la libertad, con el sufragio universal, nuestros éxitos materiales y nuestras posibilidades de ir más allá, de soñar.
Nos enfrentamos a un enemigo que no puede tolerar la libertad, ni la felicidad, ni la música, ni el arte, ni la literatura. Es un enemigo que tiene una ideología que no cree en la libertad de expresión, en la práctica libre de la religión al interior del terreno neutral del espacio público de la república, ni en la tolerancia. No cree en los derechos de las mujeres ni en el libre arbitrio ni en la existencia erga omnes de la intrínseca dignidad asociada a la naturaleza humana. Es un enemigo que tiene una única meta: la de imponer su ideología totalitaria a gran parte del mundo.
Los objetivos del terrorismo están íntimamente vinculados a los medios, de acuerdo con el argumento del “nuevo terrorismo”. Los nuevos terroristas son fanáticos no restringidos por ningún respeto por la vida humana. La violencia está en el corazón de sus creencias. Hay una cierta ambigüedad sobre si la violencia es “estratégica”, ya que Simon y Benjamin argumentan que para los nuevos actores del terrorismo se utiliza de manera estratégica y no táctica, lo que quieren decir matar es en sí mismo un fin.
Si la destrucción es un fin en sí mismo más que los medios para alcanzar un fin, entonces no es estratégica. Es teleológica. Sin embargo, la hipótesis de la escuela “nuevo terrorismo” de pensamiento es que en lugar de elegir entre las alternativas para lograr fines políticos, los nuevos terroristas buscan principalmente matar. La letalidad es su objetivo en lugar de sus medios. Como Benjamin y Simon explican en un editorial publicado en el New York Times a principios de 2000, “Los terroristas aliados con Bin Laden no quieren un lugar en la mesa”. El problema es que estamos viviendo en plena carne el carácter dinámico y evolutivo del terrorismo. Para allá de la periodización de David Rapoport y de la identificación de por lo menos cuatro grandes olas previas, con diferentes descriptores, el hecho es que estamos entrando en un quinto período. En la quinta ola de terrorismo, basada en el paradigma del “terrorismo difuso”.
No existen áreas “seguras” ni estratos sociales inmunes ni actividades inmunes. En esta “guerra” atípica contra el terrorismo, las fronteras son porosas, la identificación de los grupos difícil y la separación social entre el criminal y la víctima, casi imposible.
En el atentado contra Charlie Hebdo, franceses matan a franceses. Las víctimas son cristianas, ateos, judío, musulmanes. Hombres y mujeres. Civiles y no civiles.
Los “nuevos” terroristas de esta ola de “terrorismo difuso” no están limitados por las preocupaciones políticas seculares. Su objetivo no es influir, pero sí matar, y matar en grandes cantidades. Difundir el terror. Instalar el terror. Crear la división. Usar las divisiones. Producir las rupturas que llevan a los cismas, sobre estos crear la guerra civil, interna, intestina. Absorber, quemar todo el oxigeno de las sociedades democráticas de estilo occidental, pervirtiéndolas en una búsqueda basada en el paradigma securitario que erosionará nuestras libertades civiles y neutralizará nuestros avances en materia de derechos humanos.
Los objetivos del terrorismo “viejo”, por el contrario, eran negociables y limitados. Sus ambiciones eran locales, no globales. Los objetivos de los “viejos” terroristas eran comprensibles y tangibles, por lo general relacionado con los temas de nacionalismo y de lucha por la autonomía territorial. El estado podría negociar con los “viejos” terroristas. Los conflictos se podían resolver. En efecto, se trataba de terroristas presumiblemente sensibles cuyos objetivos eran realistas y pragmáticos. Como Laqueur lo describió, incluso el más indiscriminado de los “viejos” terroristas, típico de la segunda mitad del siglo XX, vacilaba ante el asesinato en masa por temor a una reacción violenta y porque tales acciones eran ajenas a sus tradiciones y contraproducentes a la legitimación de su lucha: “Ellos odiaban a sus enemigos, pero no habían sido totalmente cegados por su odio. Para los practicantes religiosos radicales del nuevo terrorismo, sin embargo, el asesinato y la destrucción a una escala sin precedentes no suponen un gran problema”.
Pero, el 11 S, el 14 M, el 7J, el 6 E, son parte del diseño de las etapas de la quinta ola del terrorismo cuyos objetivos no son negociables. Frente a esta naturaleza propia al terrorismo de la» quinta ola», no debemos minimizar el atentado de París. Ni circunscribir nuestra respuesta a, como lo dice Bernard -Henri Levy en su editorial del “Tribune”, un “moment churchillien de la V° République”. Es el momento churchilliano de todos nosotros, no solamente de la Francia.
Es la hora de la verdad. Una verdad, una realidad que tenemos que enfrentar. Una lucha en la cual no podemos claudicar. Un camino que será largo, duro y terrible.
Aquí es donde tenemos que romper, de una vez, con los discursos tranquilizadores y con los remordimientos de un discurso de culpabilización de occidente producido por el multiculturalismo. Y es ahora o nunca. La Francia no puede quedar sola. Debemos elevar los diques que no son los muros de una fortaleza sitiada, sí las fundaciones de un mundo mejor, abierto, orgulloso de sus libertades, que no caerá ni en la trampa de la intolerancia, ni en la tentación de la represión masiva, ni en la criminalización del Islam.
Pero, no cederemos ni un milímetro.
Yo soy # Charlie. Somos millones. Somos el presente y el futuro. Somos la Humanidad.
Somos el invencible sol de la libertad en medio del invierno del terror.
NOTA DE LA REDACCIÓN: La autora recomienda acceder a este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=sc03SlMY3vA