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23o. Tour de Cine Francés: Blanca como la nieve

La joven Claire, tiene un modesto empleo en el lujoso hotel que regentea Maud, su madrastra. La tensa relación entre ambas mujeres llega a un punto culminante cuando Maud se entera de que su amante está perdidamente enamorado de su hijastra

Morelia, Michoacán, 15 de septiembre de 2019.- Anne Fontaine es una de las directoras francesas más prolíficas de los últimos años. Prueba de ello son catorce títulos producidos en las últimas tres décadas. Tres de esos trabajos han sido presentados en ediciones previas del Tour de Cine Francés: el drama histórico Coco antes de Chanel (Coco avant Chanel, 2009), la comedia La chica de Mónaco (La fille de Monaco, 2008), y en la actual selección de la muestra itinerante Blanca como la nieve (Blanche comme neige, 2019). Es justo mencionar que lo más nuevo de la cineasta franco-luxemburguesa pasó por la cartelera gala con resultados más bien decepcionantes tras su estreno en abril de este año.

La película de Fontaine toma como base el clásico de los hermanos Grimm, “Blancanieves”. La joven Claire, tiene un modesto empleo en el lujoso hotel que regentea Maud, su madrastra. La tensa relación entre ambas mujeres llega a un punto culminante cuando Maud se entera de que su amante está perdidamente enamorado de su hijastra. La solución, tal como indica el cuento, es matar a la competencia. Pero previsiblemente el plan falla y la chica termina en un apartado pueblo montañés, en donde provoca revuelo entre la población masculina y por primera vez en su vida, decide dar rienda suelta a sus deseos.

Tomar como base una historia tan conocida era un riesgo, incluso para guionistas tan experimentados como Pascal Bonitzer, Claire Barré y la propia Anne Fontaine. La dificultad estriba en encontrar un enfoque que sea al mismo tiempo original y adecuado para los tiempos que corren. En este caso, el cuento sirve solo telón de fondo de una historia personal, una joven mujer que decide ejercer una libertad reprimida durante mucho tiempo: «antes, ni siquiera sabía que tenía deseos; ahora sé que quiero vivirlos», se confiesa Claire ante el cura del pueblo.

Todos los elementos clásicos están presentes: los espejos en donde Maude mira con tristeza su ajada belleza, la manzana envenenada, el ambiente bucólico y hasta los animalitos del bosque, que observan atónitos los escarceos amorosos de la joven heroína. No podían faltar los enanos, siete hombres muy distintos entre sí, que luchan por obtener algo más que la atención de Claire. Todos ellos son interpretados por colaboradores recurrentes en la filmografía de la directora y la desigualdad en el trazo de dichos personajes es quizás el punto más flaco de la cinta. 

Enanos aparte, es evidente que la historia gravita en torno a la relación que se teje entre las intérpretes femeninas: Isabelle Huppert en su enésimo papel de mujer malvada y la actriz bordelesa Lou de Laâge, quien vuelve a trabajar con Fontaine después de protagonizar el drama de guerra Cordero de dios (Les innocentes, 2016), probablemente uno de los mejores trabajos de la cineasta.

El tono de irrealidad que permea a lo largo del filme, se acentúa por la atmósfera provinciana de un pequeño pueblo montañés, de carreteras onduladas y niebla omnipresente. Además, una curiosa escena final nos hace suponer que todo pudo haber sido una fantasía: los ojos de Claire vuelven a aquel oculto lugar en el bosque en donde pudo o no, ser asesinada.  

No es propiamente una actualización del cuento de los hermanos Grimm, más bien, Blanca como la nieve explora en tres episodios la emancipación de una joven mujer que descubre su libido y un erotismo libre de culpas. De manera congruente al precepto de San Agustín, el cura del pueblo la aconseja: “ama y haz lo que quieras”, lo cual cumple cabalmente la protagonista de este extraño y desigual cuento de hadas. 

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