Una «metida de pata» con sabor a triunfo
Tres tandas de aplausos le brindó el respetable a Silvano Aureoles el domingo 14 de junio, cuando se dirigió a ellos, a los cansados, a los que llegaron desde tempranísima hora a las instalaciones del Instituto Electoral de Michoacán, los que aguantaron las groserías por la falta de una logística adecuada por parte del órgano electoral
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Morelia, Michoacán, 15 de junio de 2015.- A ratos tenso. A ratos sonriente. Con la fuerza robada por el par de muletas que portó en todo momento, y que lo obligó al uso continuo de los kleenex, Silvano Aureoles libró el último escalón, recuperó el aliento y el tacto, y, sudoroso, juró risueño, «les prometo que en estos seis años no voy a meter la pata».
Tres tandas de aplausos le brindó el respetable este domingo 14 de junio, cuando se dirigió a ellos, a los cansados, a los que llegaron desde tempranísima hora a las instalaciones del Instituto Electoral de Michoacán, los que aguantaron las groserías por la falta de una logística adecuada de parte del órgano electoral; esos que arribaron incluso de lejanos rincones michoacanos sólo para tomar parte del momento gozoso de su candidato, del «papusho»; pero ese último, el aplauso de la «pata», fue el más liberador por la carcajada que el propio gobernador electo soltó al final.
Formalísimo en su vestir, incómodo a la vista por el aparato que le colocaron en la pierna izquierda y que le abraza desde el muslo hasta casi la planta del pie, el ahora mandatario michoacano aguantó estoico el malestar y la limitación impuesta. Dos, tres veces refirió el incidente que lo mantiene en ese estado, «¿a ver cuándo me vuelven a a invitar a jugar básquet eh?», decía y buscaba con la vista a los compañeros reporteros.
La convocatoria fue para las once de la mañana, «se sugiere llegar media hora antes». La avenida Universidad saturada desde La Huerta y hasta la calle de Lisboa donde el tráfico vehicular se recuperaba de a poco.
Llegaron todos y más. Esos que anduvieron con el de Churumuco desde antes de que comenzara el proceso, y los que se treparon a la campaña al paso del tiempo. Felices todos. Sonrientes. Presuntuosos algunos, presumiendo el triunfo como si fuera propio.
El «ya me vi» soltada a cada rato, entre risas; frase que fue burla constante para aquellos que juran o esperan ocupar cargos importantes en la administración de Aureoles Conejo. Ellos fueron «aplacados» por el propio y único ganador justo al final del evento, cuando aclaró con tono firme y serio que su gobierno no será bolsa de trabajo, sino un equipo de sacrificio y esfuerzo. En más de uno se borró la sonrisa del rostro.
Una hora y 22 minutos después de lo pactado, se dio paso a la formalidad, el representante del IEM leyó el acuerdo final, soltó las cifras del conteo final, el definitivo, el bueno: Silvano Aureoles, ganador con 637 mil 505 votos, con una diferencia a favor de 147 mil 046 votos respecto al segundo lugar, es decir una ventaja del 8.34 por ciento…. Aureoles Conejo obtuvo el 36.17% del total de la votación…».
Afuera, sólo algunos se enteraban del momento y alcanzaban a escuchar el primer mensaje del nuevo Jefe del Ejecutivo en Michoacán; aplaudían unos cuando veían que los otros hacían lo propio. El nuevo comienzo opacado acaso por la desorganización del árbitro electoral, más preocupado por cerrar puertas ante la invasión humana, el jaloneo, los gritos, los olores poco agradables y los filosos tacones que dejaron mil agujeros en las áreas verdes.
Silvano recibió entonces el valioso documento, ese que esperaba portar desde el 2011 y que no pudo porque «lo aventó el tren». Su hija Elizabeth a su lado, seria, formal como el padre. Feliz. Faltó la otra niña. La sonrisa amplia del «papusho», la muleta olvidada para cargar el preciado tesoro. El final de una historia y el principio de otra.
Siguió la rueda de prensa, acalorada, confusa. Sin micro, a gritos, truncada por los acordes de la banda que le dio la bienvenida al diputado federal con licencia. Un Navarrete imponiéndose a los cuestionamientos, exigiendo tiempo para exponer como él quería sus respuestas. Y Fidel Calderón Torreblanca al costado. A veces sonriente, las más, serio.
Al final, el discurso a las bases, a las estructuras. A los que llegaron tempranísimo, a los que cansados, revivieron cuando vieron aparecer a su líder. Esos, los de a deveras, los que no dudaron y sí trabajaron casa por casa, calle por calle.
El agradecimiento a su equipo, a sus amigos, a su hija. A los partidos que lo arroparon y a los dirigentes que le acompañaron. Le gritó al «Narizón», Fernando Orozco; saludó con la diestra a los de mero atrás. Buscaba y buscaba rostros para no olvidar nombres. Silvano les dijo a todos que él apuesta por un Michoacán en paz, con armonía y tranquilidad. Prometió cambios de fondo; afirmó que su gobierno no será bolsa de trabajo, y que los que critican, también tendrán que asumir su responsabilidad en el Estado, «eso se tiene que acabar, cada quien que asuma lo que le toque».
Su gratitud fue también para las mujeres, que fueron «las más echadas pá adelante», para los jóvenes y los niños, para todos. «Y ya no los canso», dijo con tono casi agotado…
La muleta pesaba, estorbaba en su decir y hacer. Lo cansó. La tomó, sonrió, y hasta se autoburló: «en estos seis años les prometo que no voy a meter la pata»…. «Viva Churumuco», alcanzó a gritar en su despedida.
Quiso irse, y no pudo. Los ríos humanos se lo impidieron. Acomodó la pierna y las muletas, y volvió a su hacer de cada día en campaña, a las «selfies», los besos y los abrazos; a los apretones de ellas y los saludos de mano de ellos. Silvano feliz, «es el proyecto más importante de mi vida… no tengo otra cosa más importante que hacer en la vida que sacar a Michoacán adelante, y esta tarea la voy a hacer con mucho gusto, con todo el compromiso y toda la entrega»…. .