Aumento de precio de refrescos y cigarros pegará a las tiendas de barrio
Los pequeños comercios, que dependen de estos productos como ancla de ventas, anticipan un inicio de 2026 con menor flujo de clientes y márgenes más estrechos

Ciudad de México, 21 de octubre de 2025.- Detrás del mostrador de una tienda en la calle Lerdo, en la colonia San Simón Tolnáhuac, Isabel Contreras observa los siete refrigeradores de su local. Cuatro están llenos de refrescos —la mayoría de Coca-Cola— y los otros tres guardan cervezas, leches y jugos listos para beber. A unos metros, los clientes habituales pasan por cigarros o botellas individuales de refresco, dos productos que representan buena parte de su venta diaria.
El próximo enero, sin embargo, ese flujo podría frenarse. “El aumento sí nos va a afectar, porque siempre la gente deja de comprar porque les causa molestia que los productos suban de precio. Ahora vamos a tener un inicio de año más complicado porque hay gente que compra menos porque están gastados o en sus propósitos está dejar de fumar”, comenta.
El nuevo Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) que entrará en vigor el 1 de enero de 2026 elevará los precios de refrescos y cigarros. En el caso de las bebidas azucaradas, el gravamen subirá de 1.6451 pesos por litro a 3.0818 pesos, mientras que las versiones “light” o “cero calorías” serán gravadas con 1.5 pesos por litro. Para los cigarros, el aumento pasará del 160% al 200% a lo largo de cinco años.
En el discurso oficial, el gobierno ha defendido la medida como un “impuesto saludable”, destinado a reducir enfermedades crónicas y fortalecer la recaudación para programas de salud pública. Pero entre los pequeños comerciantes, la medida representa un arranque de año con menos ventas y clientes más sensibles al precio.
“Es normal que cada año todo suba de precio, pero ahora sí va a venir fuerte”, dice Contreras, quien prevé ajustar sus inventarios conforme los consumidores reaccionen. Su experiencia le dice que los incrementos alteran hábitos de compra y reducen el margen de ganancia. “Quien compra cigarros, compra el encendedor. Quien se lleva un refresco, compra algo más para comer como tortillas, pan, huevo o jamón”, explica.
Esa dinámica, coinciden los tenderos, es la que sostiene a miles de pequeños negocios. De acuerdo con la Asociación Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC), los refrescos y los cigarros representan alrededor del 15% de las ventas de las tienditas de barrio, pero su relevancia es mayor, ya que son productos ancla que atraen al consumidor y disparan compras adicionales.
Por eso, Cuauhtémoc Rivera, presidente de la ANPEC, considera que los aumentos al IEPS son contraproducentes. “Se va a dejar sentir una escalada de precios impresionante a inicio de año y vamos a tener una caída de ventas mensuales en promedio de 15% y se va a poner en riesgo a 65,000 pequeños comercios en el país, los que tienen una antigüedad de menos de cinco años”, asegura.
Un impuesto que no ha cumplido su propósito
El líder gremial también cuestiona la eficacia del impuesto como herramienta de salud pública. “Llevan diez años cobrando este impuesto y la salud no mejoró, empeoró. Es un impuesto fallido porque no sirve para lo que dicen que busca cobrar”, asevera.
Los datos respaldan su crítica. México sigue siendo el mayor consumidor de refrescos del mundo. En 2024, cada habitante bebió en promedio 128.5 litros al año, de los cuales 96 correspondieron a bebidas carbonatadas y 32.5 a refrescos sin gas, según Statista. La cifra supera incluso la de Estados Unidos, país de origen de las principales refresqueras.
El consumo elevado tiene efectos directos en la salud pública. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el 32.4% de los mexicanos mayores de 14 años padece obesidad, un nivel solo inferior al de Estados Unidos, con 38.2%. Un estudio de la Universidad de Tufts calcula que 24,000 mexicanos mueren cada año por causas asociadas al consumo de bebidas azucaradas.
Aun con ese panorama, los tenderos dudan que los nuevos impuestos modifiquen los hábitos de consumo. “La gente no deja de comprar. A lo mejor cambian de marca, pero no dejan de consumir. Con el refresco es diferente, compran los tamaños familiares o los más pequeños, para quitarse el antojo”, dice Rosario Luévano, quien desde hace décadas atiende una tienda en la colonia Morelos.
Luévano ya siente el impacto anticipado de los aumentos. “La gente se enoja cuando suben los precios de la noche a la mañana. Afecta al consumidor, a nosotros. Tenemos que hacer más inversión y la ganancia es menos”, explica. Para ella, el reto es mayor porque su tienda no tiene espacio para almacenar grandes volúmenes de producto antes del ajuste, como sí lo hacen las cadenas o supermercados.
Promociones y resistencia
La falta de capacidad logística es un punto débil de las tienditas ante las reformas fiscales. En la práctica, no pueden adelantar compras para protegerse de los aumentos ni ofrecer precios competitivos frente a grandes minoristas. Tampoco pueden absorber los incrementos: cada peso se traslada al consumidor, con el riesgo de reducir la afluencia.
Algunas refresqueras, como parte de sus estrategias comerciales, ofrecen promociones que ayudan a mitigar el golpe. “A veces con la venta de dos paquetes te regalan uno más chico, sobre todo con Coca-Cola, que es lo que más se vende”, comenta Luévano. Pero reconoce que esas promociones no son permanentes y dependen del interés de las embotelladoras.
Según Rivera, esa dependencia evidencia la fragilidad del comercio tradicional. “El IEPS termina siendo un castigo al pequeño comerciante, no al gran productor. Las empresas trasladan el impuesto, pero el tendero se queda con la presión del cliente”, sostiene.
A diferencia de otros sectores, las tienditas viven de la rotación diaria. Un día con menos ventas significa menos liquidez para surtirse al día siguiente. Por eso, las variaciones en productos de alta frecuencia —como refrescos y cigarros— tienen efectos multiplicadores.
Enero, históricamente uno de los meses más débiles para el comercio minorista, será una prueba para la resistencia de estos negocios. “Hay gente que compra menos porque están gastados o en sus propósitos está dejar de fumar”, dice Isabel Contreras, mientras acomoda las botellas en el refrigerador.
(CON INFORMACIÓN DE: EXPANSIÓN)